martes, 27 de julio de 2010

un boleto cualquiera

Quiero que alguien me venda un boleto hacia la nada, al lugar más solitario, al lugar menos poblado y menos pensado, al lugar que nadie quiere conocer pero en el que todos desearían estar. Un pasaje a ese lugar que no se puede identificar como "tal lugar" ni se pueda recordar con típicas frases como "yo estuve en ..." o "lo que daría por volver a ..". Quiero ir a ese lugar en el que nada/nadie es perfecto, y nada/nadie trata de serlo, al lugar en el que las cosas existen, y son valoradas por ese simple existir, al lugar que merezca palabras salidas de un diccionario imaginario, sin ningún significado aparentemente existente en ningún lenguaje conocido. Quiero ir a ese lugar en el que no podés perderte, porque no es fácil encontrarse siquiera; ese lugar que queda más allá de las nubes, de los mares, de los cielos, de los arco iris, de los prados, de las montañas; más allá de los amores perdidos que nunca se encuentran, de las amistades fallidas que no se recuerdan, de los colores existentes de una mariposa invisible, del olor a flores secas rociadas por el rocío, de los sentimientos desencontrados y los sentimientos encontrados. Quiero ir a ese lugar donde no exista el cesped, ni la arena, ni el suelo; donde no existan las nubes, ni la lluvia, ni el viento, nisiquiera exista el cielo como hoy lo conocemos. Quiero ir a ese lugar donde las personas se desvivan por sus ángeles guardianes, y que los ángeles tengan alas y vuelen por el mar. Ese lugar donde los cuentos e historias maravillosas tengan su espacio, pero no cerca mio, porque querría quedarme para siempre en sus castillos de príncipes y sapos y encantamientos.
Una vez apareció un jóven que intentó venderme un pasaje hacia un lugar parecido, de ensueño (algo muy similar a lo que espero todavía). Lo compré y viajé por largas horas, días, meses; hasta que comprendí que ese lugar al que me dirigía no existía, él me mintió, no me acompañó ni me ayudó; simplemente me lo vendió, como quien vende unos cigarrillos en un tren. Así que me paré y me decidí a bajar, pero ese vagon (mi vagon, nuestro vagon) no tenía salida (o sí, pero no la eh encontrado hasta hoy); por eso todavía estoy esperando la primera parada... en la primera parada juro que voy a tratar de bajarme y buscar a aquel otro hombre que (sé) tiene el boleto hacia el lugar que vengo esperando conocer hace horas, días, meses, años...